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Artículos Teatro Expresión

Identidad y teatro social iquiqueño

 

Iván Vera-Pinto Soto

 

 

El teatro social en nuestro país, desde su origen hasta nuestros días, ha tenido que atravesar un largo y tortuoso camino. Primeramente, digamos que denominamos como teatro social a aquel que asume como tema central todas las problemáticas sociales, tales como la pobreza, la cesantía, las luchas reivindicativas de los trabajadores, etc. Asimismo, proyecta contenidos de tipo político referidos a la represión, la falta de libertad de expresión, las injusticias, entre otros tópicos. Y, finalmente, se caracteriza por incorporar argumentos que guardan relación con las culturas urbanas y expresiones propias de los marginados. Por lo mismo, debemos entender que el objetivo de este estilo es generar una actitud crítica en los espectadores frente a la realidad social concreta que viven. Por este motivo, es sensato aseverar que algunas obras de teatro han sido realizadas como una función adicional de un objetivo distinto. Por ejemplo, las campañas propagandísticas y políticas han dado origen a nuevas obras de teatro.

En las últimas décadas del siglo XIX, el teatro chileno luchó contra la ópera y la zarzuela, géneros que gozaban de la popularidad masiva. Valparaíso era la ciudad más importante en relación al teatro, sus salas recibieron a figuras como Sara Bernhardt y relevantes compañías extranjeras. Sus temáticas eran principalmente las desavenencias conyugales, el honor mancillado, los hijos naturales o ilegítimos, el abandono del hogar, los amores imposibles. Sin embargo, esto cambió cuando finalizó la Guerra del Pacífico. Bajo la administración del estado chileno la explotación de este mineral fue intensiva y comenzó un desarrollo de la industria en el norte del país, todo esto trajo como resultado la organización obrera, que encabezarían las luchas sociales de fines del siglo XIX. En Santiago y las principales ciudades del país, recibieron la influencia de las corrientes de pensamientos europeos, ideas socialistas y anarquistas que empezaron a ser difundidas en los sectores trabajadores. Surgieron también las entretenciones y la actividad cultural, como las "filarmónicas" que proliferaron en la región salitrera.

Por otro lado, bien sabemos que el progreso social e industrial alcanzado en la pampa como consecuencia de la industria salitrera fue muy limitado en algunos aspectos. En ese período en nuestra ciudad se construyó, el teatro municipal (1889), recinto donde se ejecutaron representaciones teatrales y líricas de cierto valor. En todo caso, creo que lo más valioso en ese momento fue el desarrollo societario (mancomunales, mutualismo y partidos políticos de izquierda) y prensa obrera. Por lo demás, es necesario señalar que el obrero pampino asumió una actitud progresista, la cual influyó fuertemente en el desarrollo político posterior del país. Luego, con los cambios sociales y culturales que sobrevinieron en el gobierno de Balmaceda, tras la guerra civil de 1891, las letras nacionales y el teatro comenzaron a cambiar. Uno de los resultados fue el nacimiento de un nuevo género dramático que hasta entonces se había insinuado en obras de Carlos Bello. La cultura comenzó a jugar un trascendental papel, en las sociedades de socorros mutuos, en las mancomunales, en las filarmónicas. La tarea cultural proliferó. Se empezó a conmemorar la festividad del trabajo y los mártires de Chicago. En este escenario aparecieron nuevos dramaturgos, como: Onofre Avendaño, Juan Rafael Allende, Aurelio Díaz Meza y Víctor Domingo Silva, quienes exaltaron en sus obras tramas de crítica social.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918), produjo un bloqueo en el Atlántico, impidiendo la venida de compañías extranjeras, lo que trajo como secuela la necesidad de hacer un teatro nacional de continuidad y profesional. Surge, entonces, la primera compañía que tuvo esta calidad, se trata del elenco de Enrique Báguena y Arturo Buhrle, asesorados por Armando Moock. Parte de esta generación es también Antonio Acevedo Hernández, quién con sus obras "El Inquilino" y "En el Rancho", denunció la explotación del trabajador y abrió un camino hacia una dramaturgia crítica. En el norte del país, la prensa de los trabajadores fue muy fructífera y fue Luis Emilio Recabarren, quién utilizando este medio, entregó ideas e incentivó a los jóvenes para que cultivaran la creación literaria. En 1912, en el diario "El despertar de los trabajadores", Recabarren escribió: "Consideramos al teatro como una necesidad educativa y de critica de los defectos". Este importante líder social creó además el teatro infantil obrero y numerosos conjuntos en el norte.

Como continuadores de un teatro proletario encontramos a Nicolás Aguirre Bretón, Rufino Rosas y José Segundo Castro, quienes igualmente tomaron partido por los obreros y los campesinos. a esta altura ya es posible hablar de un teatro social que tiene proyecciones políticas. Un teatro que cuestiona no sólo la explotación del hombre por el hombre, sino también la propia inmadurez política de la clase trabajadora, que le impide tomar el liderazgo en el inexorable cambio social.

Los conjuntos teatrales de trabajadores se multiplicaron, exhibiendo obras escritas por asalariados o de repertorio social español. Este movimiento aficionado y popular creció rápidamente en el norte y centro del país; pero, lamentablemente, bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1927), fue perseguido y muchos de sus cultores terminaron desterrados y asesinados, trayendo consigo la destrucción del teatro obrero. 

En este recuento del origen del teatro social en el norte de Chile, no podemos obviar algunas figuras que brillaron, en los años 30, tales son los casos de Pepe Pauletti, Nena Ruz y Guillermo Zegarra. Todos ellos tuvieron un denominador en común: fueron comediantes que proyectaron sus obras en numerosas giras regionales y nacionales, a través de teatros móviles, lo que hoy conocemos como itinerantes. Los contenidos de sus realizaciones se encaminaron preferentemente hacia el humor, con algunos ribetes de carácter social, pero acentuando el divertimento teatral. Con desbordante entusiasmo llevaron a escena zarzuelas, operetas, revistas humorísticas, sainetes, dramas y espectáculos circenses. Estas producciones contaron con el apoyo de la administración de algunas oficinas salitreras o simplemente fueron producto de una labor de autogestión. Precisamente, Willy Zegarra - viejo estandarte del teatro local - recuerda haber recorrido todo el país junto a los elencos de Rolando Ciasedo, Juan Ibarra, Víctor Acosta e Italo Martínez, entre otros.

El doctor Pedro Bravo Elizondo, en su libro Raíces del Teatro Popular en Chile, también nos brinda antecedentes de lo que ocurría en ese período en Antofagasta. Nos señala que uno de los conjuntos obreros que sobresalieron a comienzo del siglo pasado fue Germinal, el que efectúo una labor muy sostenida. Incluso el insigne poeta Andrés Sabella, en 1934, estrenó en el mismo colectivo un espectáculo titulado "La Mugre", interpretado por un coro de niños y madres cesantes. La fecunda existencia artística de Germinal, en su sede ubicada en el Teatro Obrero de Antofagasta, se prolongó hasta la década del 40, sufriendo todos los vaivenes políticos y culturales que experimentó el país en ese ciclo. Igualmente incidieron, en la década del 30, "Luz y Progreso", Agrupación de Rafael Frontaura y "Redención Cultural". Todas estas instituciones combinaron temáticas sociales, políticas, cómicas y variedades, dirigidos a sus asociados, simpatizantes y trabajadores en general.

A partir de 1934, con la creación del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, un grupo de estudiantes funda el Centro de Arte Dramático de esta Corporación; de esta manera se produce un relevo del teatro aficionado al universitario. Esta situación se confirmó con la instauración del mitológico Teatro Experimental de la Universidad de Chile.

En la década del 60 el espíritu de rebeldía explotó bajo la idea de una transformación social profunda que permitiera realizar la utopía de la justicia, la igualdad y el desarrollo. En esta fase el teatro, en términos de la dramaturgia y producciones, fue tan rico y variado como a principios del siglo XX. Por lo demás, las agrupaciones universitarias se extendieron sistemáticamente a las provincias y a la intelectualidad progresista.

En nuestra ciudad surgen por los mismos años Jaime Torres y Cecilia Millar, quienes establecieron el teatro de los barrios, el que posteriormente derivó en la Agrupación Teatral Iquique. La línea de acción de estos teatristas se enmarcó básicamente en la difusión de obras nacionales y contemporáneas de corte social.

Completemos este cuadro sinóptico, mencionando algunas obras de los últimos decenios que se enmarcan en este contexto. Por ejemplo, "Santa María del Salitre", de Sergio Arrau, ésta revive, patéticamente, el crepúsculo iquiqueño y nos renueva el fervor para lograr en unidad la justicia social. "La Reina Isabel cantaba rancheras", pieza social de Hernán Rivera, donde confluyen dos protagonistas de la pampa: la prostituta y el minero. La muerte de la Reina Isabel es simbólica. Con ella comienza a morirse la pampa y el desierto vuelve a quedarse desierto. "Del Chumbeque a la Zofri", crónica urbana de Bernardo Guerrero, nos retrata a través de la figura del Tani Loayza, las esperanzas, el humor, la candidez y los gritos de rebeldía de los iquiqueños. "Sebastopol", de Ramón Griffero, nos modela la historia de un pueblo abandonado en el medio del desierto. La fiebre del "oro blanco", la sobreexplotación de los obreros y el florecimiento de la cultura pampina son los ejes del drama. "La Carpa Azul", de Guillermo Ward, en plena época de crisis económica mundial (1930), sus protagonistas ensayan y viven en torno al teatro, dibujando una imagen de su tiempo. "Poquita Fe", del Teatro Expresión, es la historia de los personajes de un bar iquiqueño que sufren la envestida del modernismo. Finalmente, otro escrito inédito de Andrés Sabella, que da cuenta sobre la epopeya pampina es "Los Viajeros Opuestos". Recientemente, he tenido el agrado de adaptar al teatro la novela de Luis González Zenteno, Los Pampinos, pieza que cuenta la historia de amor de Carlos Garrido y timona, dos dirigentes obreros que dan vida a los acontecimientos acaecidos en la oficina de La  Coruña en 1925, el movimiento obrero pampino y  las costumbres de la época.

Sucintamente, el teatro social en el norte devela temas como la soledad, el dolor, la injusticia, la traición y el desengaño. Realidades dramáticas que nacen del estudio de los trabajadores y de la crítica al sistema político-social-económico imperante, en procura de ayudar a la toma de conciencia que permita estimular el cambio social esperado.

 

 

 

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